El calentamiento global, el TLCAN y el campo mexicano

gerardo romo fonsecaLUIS GERARDO ROMO FONSECA

Las catástrofes naturales que estamos presenciando ahora en el mundo, no tienen precedente en la historia de la humanidad. Desafortunadamente, en nuestro país y en Zacatecas se han manifestado con dureza en la prolongada sequía que nos golpeó en el 2011, sobre todo; y en las heladas atípicas que sumadas a un modelo agropecuario agotado, han dejado a nuestro campo al borde del colapso. Sin embargo, a nivel estructural, las contingencias climáticas son producto del deterioro ambiental asociado al modelo de desarrollo económico de los últimos años; caracterizado por la proliferación irracional de industrias y tecnologías contaminantes que han generado grandes costos sociales y ecológicos en el mundo.

En este sentido, José Sarukhán, coordinador de la Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad (Conabio), advierte que los extremos en el clima como los fríos de semanas recientes, las sequías y el calor, son parte del calentamiento global que afecta el planeta, sobre lo cual los países –recalca- no han adoptado acciones suficientes. De hecho, el científico y exrector de la UNAM afirma que diversos organismos de expertos como el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), “diluyen” sus reportes sobre el cambio climático para no incomodar a los gobiernos del mundo por su falta de acciones contundentes para frenar el deterioro del medio ambiente: “cada país quiere que las cosas vayan de acuerdo con sus necesidades, deseos. La tendencia es llegar a consensos de mínimo común denominador. Lo más bajito para que no afecte o exponga cosas en que como país se tendrían que hacer cambios, que no convienen económicamente”. En otras palabras, las naciones siguen anteponiendo el interés económico sobre el cuidado de los recursos naturales.

En especial, el campo ha sido uno de los sectores más duramente afectado por las variaciones climáticas, producto del calentamiento global; éstas han contribuido a debilitar la productividad agropecuaria y, con ello, recrudecer la miseria de miles de campesinos. Sin embargo, a estos fenómenos meteorológicos, hoy se agregan diversos factores negativos como: los constantes aumentos al precio de los combustibles y de la energía eléctrica, la falta de apoyos gubernamentales a los pequeños productores agropecuarios (que son la gran mayoría), la limitada infraestructura y tecnificación para el  riego, la incapacidad de competir con los productos baratos provenientes de Estados Unidos y el coyotaje, entre otros factores han producido una miseria lacerante en el campo.

Por otro lado, las promesas del Tratado de Libre Comercio (TLCAN) sólo quedaron en eso; ya que el agro ha quedado profundamente lastimado durante estos 20 años, en especial, la producción de maíz (la dependencia de las importaciones de este grano pasó de 8% antes del TLCAN a 32% después de éste). Pero más grave aún es que, a nivel general, importamos el 42% de los alimentos que consumimos. En este tema, Timothy A. Wise, director de investigación de políticas en el Instituto Global de Desarrollo y Ambiente de la Universidad de Tufts, denuncia que uno de los sectores que más ha sufrido de los efectos negativos de la apertura comercial es, justamente, el campo mexicano; el cual no ha podido competir con la entrada masiva de productos baratos de otros países, principalmente de Estados Unidos.  Además, Wise estima que entre 1997 y el 2005, los productores mexicanos de maíz, soya, trigo, arroz, algodón; y ganado como res, puerco y aves, sufrieron pérdidas totales de 12.8 mil millones de dólares. Vale la pena señalar que las pérdidas anuales promedio en los productos agropecuarios (de 1.4 mil millones de dólares), son equivalentes al 10% del valor total de las exportaciones agrícolas mexicanas al vecino país del norte.

En el corto plazo, la administración federal así como los demás órdenes de gobierno, tienen que generar incentivos para solventar esta terrible situación y, en particular, para poder hacer frente a la reforma fiscal que entró en vigor el 1 de enero pasado y que ya comenzó a mostrar algunos efectos negativos entre los pequeños comerciantes, entre ellos los productores agropecuarios.

Requerimos de un apoyo decidido al campo para mitigar lo más posible su deterioro y atenuar los intolerables niveles de pobreza y marginación en que viven nuestros campesinos. A mediano y largo plazo, necesitamos construir un esquema de desarrollo integral a partir de políticas públicas orientadas a la sustentabilidad, al fortalecimiento de nuestra base productiva local y en la promoción de la agroecología como sistema de producción. Es evidente que la aplicación de medidas que respondan a un análisis coyuntural no basta, ni resuelve los problemas de raíz; mucho menos acciones dirigidas a fortalecer únicamente a la agroindustria de gran magnitud, dejando abandonados y en inanición a la mayoría de nuestros productores.

Twitter: @GRomoFonseca

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